(Articulo de Friz Berguer - Etiqueta Negra)
Por la divulgación... válida su reproducción.
El arte del amor, antes que una astucia, es una ciencia, y en la ciencia todo es posible hasta que se demuestre lo contrario. No todos los hombres nacimos con facilidad de palabra, esa disposición innata para generar la confusión de criterio y el encandilamiento repentino en el sexo opuesto. Unas pocas palabras bien dichas hacen temblar rodillas y logran que las faldas sean fáciles presas de la ley de la gravedad: como las hojas de los árboles en otoño, aquellas prenden caen suavemente al suelo.
Pero la palabra dicha no es condición sine qua non de la conquista exitosa. Tiene usted el derecho a la duda. ¿Es posible seducir a una mujer sin necesidad de abrir la boca? Yo estoy seguro de ello.
He aquí el cómo.
1. La fuerza del bulto.- Una generosa protuberancia, en su agresiva manera de interrumpir llamativamente lo plano y transgredir lo previsible que encierra la uniformidad, es insuperable manera de romper el hielo a la hora de confraternizar con el género opuesto. Si no la tiene, fabríquesela artificialmente. Unas medias de deportes suelen artículos apropiados para estos menesteres. Pero no solo la entrepierna es geografía indicada de bulto. Más de una vez he colocado dos o tres pedazos de cartón en mi billetera: el bulto trasero que se genera es un imán absoluto de la mirada femenina. Nótese que, en esta estrategia, la hinchazón ha de manifestarse en una sola nalga. Si son las dos las que se inflaman usted atraerá miradas pero no de mujeres precisamente. Hoy por hoy abunda la exploración sexual. Por eso, usted debe prestar atención a la crucial ubicación de la inflamación.
2. Olor a hombre.- Quien esto escribe, un profesional de la salud a fin de cuentas, cree en la importancia y en las bondades de la higiene. Aclaro esto antes de lo que desarrollaré a continuación: de vez en cuando, no se bañe, en especial en la víspera de un encuentro romántico. El poder aromático de sus hormonas es un argumento a favor que amerita ceder en lo que a limpieza se refiere. El encurtido natural de olores que producen sus glándulas, chúcaras expresiones del apetito sexual, es un anzuelo irresistible para la mujer. Ellas comprensiblemente se preocupan y sospechan cuando un hombre huele mejor que sus amigas. Si un tema fóbico o de asco lo obliga a usted estar siempre aseado, recurra a un viejo francés. Tenga siempre a la mano una trusa usada. No sucia, sino usada. Un sutil frotamiento del mismo detrás de las orejas y en la zona del cuello es todo lo que usted necesita. La noche es suya.
3. La falacia del zapatón.- Acabemos con ese mito absurdo: no existe correspondencia alguna entre el largo del pie y la extensión de otro órgano, sea interno o externo. (¿Acaso los orejones tienen los riñones más grandes?). En cambio, sí hay evidencia probatoria de que el ancho del pie tiene que ver con el calibre de masculinidad de su propietario. Es un principio básico de proporcionalidad estructural, acaso demasiado complejo de explicarse en una columna. Como en la balística, en las artes amatorias es el calibre y no el largo (las mujeres suelen hablar de «sacarle punta a un lapicito») lo que determina la potencia. Si usted tiene pies finos, haga de tripas corazón, cómprese zapatos más holgados y recurra al uso de algodón a los lados. Si tiene de esos pies anchos, apaisados, los injustamente subestimados pies atamalados, como se les llama en el Perú, sólo deje que las damas los vean.
4. Seamos centauros.- Ningún hombre que se quiera preciar de interesante puede pensar en sí mismo con un ser unidimensional. Extrapolando este concepto a un grado próximo a los linderos de la filosofía, todos los varones debemos tener algo de mitológico, algo de los fabulosos híbridos cuadrúpedos cuasi equinos de Tesalia. El mito es silencioso. Es un gesto, un lenguaje corporal, un saber exhibir ángulos y/o hinchazones (léase los puntos anteriores). Pero ante todo, es una actitud que, en este caso, incorpora elementos propios de la cosmogonía clásica. No es necesario se un erudito en mitología griega para saber explotar las ventajas de esta idea. Una actriz y amiga mía me lo explicó en los siguientes términos: El hombre debe ser, de la cintura para arriba, inteligente, considerado, simpático y con sentido del humor. De la cintura para abajo, un caballo. He ahí el secreto.
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